Fans de antes "Peregrina de tu Corazón"

- ¿Conocés a Fabiana Cantilo?
-Sí, pero poco. La vi con las Baybiscuit.
-Porque vos sos la Fabi Cantilo de los gay. Nunca había visto un gay tan
Cantilo.
Me encantó eso. Después, al saber al día siguiente que Cantilo era su amor, su
amada... fue la concreción de un toque interior, recibido uno por el otro (no se
sabía de quién a quién, de dónde a dónde), un grado de amistad estrepitoso...
Eso era un escándalo en mi vida, un hermoso y despiadado escándalo.
Estábamos muertos de risa porque Marián (Farías Gómez) había incautado la
boletería diciendo que yo iba a tirar el dinero por la ventanilla de un taxi. Y
en medio de la fiesta se me acerca Fito:
-¿Vos qué hacés?
Vuelvo con Farías. O no sé...
Te venis a Villa Gesell mañana. Acá te doy la dirección. Y ese pianito que esta
ahi, lo llevás vos.
No voy al aeropuerto con los Gómez. Me voy a la Villa. Vieja hippie... No había
pasajes: con el pianito, a la ruta. Y nadie me levantaba. Entonces me pinté los
labios bien de rojo y ahí sí un señor me llevó.
Llego a la Villa y paso por la aduana de nuestra señora de los milagros, doña
Melina Gato:
-¿Qué hacés, que estás tan contento? Le cuento que encontré un ser fabuloso.
-Ese tipo anda con la Fabi, que está acá a la vuelta, en un hotelucho. Andá a
buscarla...
Como Melina me dijo dónde estaba la Cantilo, fui corriendo detrás de ella.
Cuando llegué, justo había bajado a dar una vuelta: ella también lo esperaba. Le
digo:
-Fabi, yo vengo con Fito.
-Claro, tenés el piano. ¡Le robaste el piano a Fito, le sacaste el piano!
Agarró el piano y lo llevó para la pieza, y la cerró: ahí tuvo un atisbo de
coherencia, la Fabi, que en la vida le conocí.
A eso de las seis se volvió todo rulos, todo nácar, todo una especie de tinglado
de lluvia, y apareció el Paquirri.
Nos quedamos los tres en una casa que habían alquilado; era un chalet
escandinavo con cinco ventanas (todo cinco, todo de más: mil baños para mear). Y
en tres días lo dejamos hecho un desastre.
Llegó la Herrero y Fito se puso tan contento que le pasó una letra: fue la
primera vez que se cantó "Yo vengo a ofrecer mi corazón".
Me volvía almohadón... Creo que eso es lo que capta Fito de mí, que me
almohadonizo cuando él aparece... Con Fito soy todo lo contrario a la estupidez
que soy con el mundo: tengo todo preparado, y eso se hace con los favoritos. Yo
fui favorito de otros; esta vez, fui favoritizado.
El otro día me encontré con Fito y le dije: "Si querés saber si no estoy bien...
¡No te acerques! Porque tu sola llegada me provoca una especie de tic de
fascinación, como si hubiera experimentado la mayor felicidad".
No hay dolor que pueda llevarle, porque ante Fito todo desaparece. Porque el
último dios que nos quedaba, el tiempo, ahora lo tenemos que controlar, y él
está en un tiempo fuera de la realidad: hay ese segundo que vale por una
cantidad impresionante. El está vigilando a su druidesa patrona, su hada, su
Scherezade portátil, pero vibra cuando puedo tocar su instrumentación, su
alma... cuando le hago cuentos o cuando le digo poemas, , cuando estoy a full...
Estar con él significa que se te va todo el horror y todo el asco porque te
tritura y te chupa. Hay un trance. No necesito hablar,' sólo permanecer en una
extraña dimensión.
Un poema dice, respecto a la pasión: "En un mismo olor, la carne no responde".
Y, justamente, en lo sexual Fito y yo nunca incurrimos, a no ser el otro
erotismo, el de toda la porosidad. "Hola, mi amor"; "hola, mi amor"... Todo el
tiempo tenía que decir eso; tanto es así, que Fito una vez se alarmó:
-Pará, con eso de "amor", porque la gente va a pensar cualquier cosa.
-Pero no sé cómo hacer...
-Decíme "hijo".
Desde entonces le digo "hijo" a toda la gente que amo.
Nuestro encuentro viene de otras reencarnaciones: él podría haber sido Gurdjieff
y yo Katherine Mansfield; él podría haber sido Dalí y yo Gala... No, Gala no,
porque Gala es Cecilia Roth, una Gala al uso ~ostro... pero es su mujer. Porque
esa cosa que él realiza con la gente, esa especie de conversión e iluminación,
también cayó sobre Cecilia. Ahora, como nunca, estamos todos unidos por el mismo
ámbar, por el mismo aullido entre corales que es compartir el amor con Páez, ese
amor de todos. La amistad no es menos peligrosa que el amor, porque en un
momento dado de la amistad hay tanto afecto, tanta camaradería que, a veces, los
hombres Ilevan a cabo increíbles travesías.

FERNANDO NOY